Montaña

Diario de un trekking

Reflexionar sobre el Himalaya suele ser equivalente a imaginar escarpadas escaladas en hielo, manejo de utensilios extraños como piolets y crampones, cuerdas y fijaciones, montañeros y alpinistas de élite, inaccesible al fin y al cabo para los humanos de a pie quienes hemos disfrutado de estos paisajes a través de reportajes televisivos y películas de altura.

Trekking al Campamento Base del Monte Everest

 POR MARIA MACHETTI


 

 Pero la realidad es otra, el reino de Nepal, situado a lo largo de las más altas cumbres del Himalaya tierra de paisajes sublimes y templos desgastados es uno de los mejores destinos y las mejores rutas para practicar trekking. Calzado adecuado, buen estado físico y ganas de andar son suficientes para disfrutar del rincón más emblemático al que puede aspirar cualquier aficionado.

Volamos de Madrid a Katmandú y aterrizamos en la ciudad del caos por excelencia. Quien no haya visitado un país asiático del llamado tercer mundo queda impresionado por el desorden, la basura, la cantidad ingesta de tráfico, viejos coches tuneados, motos, autobusesy camiones, vehículos antiguos, pintorescos, estrafalarios que se mezclan formando un laberinto a ritmo lento, sonoro y continuo de tráfico, sin semáforos ni ley, con bicicletas, animales y personas.

Un vertedero mecánico, animal y humano. Todo se vende y todo se compra, artesanía, piedras semi-preciosas, ropa de montaña. Las calles están infestadas de comercios, tiendas, puestos. Los nepalís son esencialmente comerciantes

En Katmandú hay infinidad de agencias de guías y porteadores que por unos 1200 euros te organizan el trekking más famoso de la tierra.

Nuestro propósito: acceder por nosotros mismos al campamento base de la cima del mundo.

Con un buen mapa y una mochila de no más de 12 kilos, algo de ropa limpia y saco de dormir de plumas compramos los billetes de Katmandú a Lukla. Volamos, tras cuatro horas de espera debido a la insistente niebla de Nepal, en una pequeña y destartalada avioneta de dos hélices, con la imponente imagen del Himalaya ante nuestros ojos.

El aterrizaje es indescriptible. El aeropuerto de Lukla está considerado como uno d lo mas peligrosos del mundo, a 2800 m de altura solo se ve una línea negra en mitad de una montaña con un pequeño poblado a su izquierda. La pista empieza en un precipicio y termina en una ladera, mucho hay que confiar en un piloto desconocido que aterriza cuesta arriba y realiza una frenada casi de emergencia para no estamparse contra la montaña. Los doce pasajeros del pequeño vuelo grabábamos y fotografiábamos atónitos la pericia del capitán, con la inevitable sensación de que, o se iba a pasar o no iba a llegar. Aterrizamos sin contratiempos

 

Nos encontramos por fin en el País de los Serpas o Khumbu, la entrada al Monte Everest. La única manera de acceder a cualquier lugar desde allí es a pie, no hay carreteras ni vehículos ni transporte alguno excepto los porteadores y los Yak.

Nos habíamos informado de que las expediciones del trekking duraban unos 12 o 14 días y tras una pequeña parada en el poblado de LUKLA para comprar algo similar a las compresas y mas parecido a los pañales, cuatro paquetes de toallitas húmedas para la higiene personal y comer algo en un típico lodge serpa, o casas locales con servicios muy básicos, desde entonces y hasta el final del viaje los únicos lugares para acomodarse. Comenzamos a andar.

 


 

PRIMER DÍA: LUKLA (2840) – MONJO (2835)

Tomamos el sendero claramente identificado, amplio y accesible entre campos de cultivo y bosques descendiendo hasta Chheplung (2660). En el recorrido nos cruzamos con turistas de todas las nacionalidades, japoneses, coreanos, alemanes e ingleses.

Los serpas cargan con las enormes mochilas de los clientes y los yaks caminan lentamente por el escarpado camino acarreando el resto de los enseres De Chheplung a Thado Koshi, pasamos por pueblos cuyos nombres llenan de poesía nuestras bocas al pronunciarlos y de misticismo al franquear los primeros templos tibetanos o estupas, piedras maní y ruedas de oración.

Estamos detenidos en el tiempo. Gentes curtidas por el sol, sin dientes, niños descalzos con las caras sucias y los mocos colgando sonríen y se esconden si intento fotografiarlos en unas casas cuya intimidad está preservada por cortinas, sin puertas ni ventanas.

Los santuarios tibetanos con infinidad de textos escritos sobre la piedra y cuevas coloristas tienen dobles accesos para abordarlos siempre por la izquierda, según la tradición. Continuamos nuestro paseo cruzando puentes tibetanos no aptos para personas con vértigo, y atravesamos las pequeñas poblaciones de Nurning (2492) Chhutahawa (2591) descendiendo hasta el río Dudh kosice junto al poblado de Phakding (2610) donde suelen alojarse las expediciones en la primera parada aconsejada del trekking.

Llevamos solo tres horas caminando y adelantado al resto de los excursionistas. Con la llegada de la tarde la niebla hace su aparición y la temperatura baja repentinamente. Entre puentes y subidas alcanzamos la localidad de Monjo (2835) nuestro destino por hoy. La niebla ha cubierto el paisaje y el sudor frío inunda nuestros cuerpos.

Buscamos un alojamiento (lodge) que nos proporcione algo de calor y paramos a cenar y dormir. Las casas locales disponen en una sola de sus salas, o comedor, de una pequeña estufa de leña, salamandra, que aporta todo el calor al refugio. A la mañana siguiente despertamos con el sol, algo de higiene personal con agua helada, desayunamos fuerte y seguimos caminando

 


 

 

2 DIA MONJO (2835) – KYANGJUMA (3550)

Las primeras grandes montañas se contemplan ahora a nuestro paso. El camino que seguimos es la ruta comercial de los serpas que van y vienen con cargas insuperables a sus espaldas, tablones inmensos d madera robusta, cestos más grande que sus cuerpos con ramas y frutos secos y conectados al mundo por ruidosos teléfonos móviles que no paran de sonar.

El choque resulta brutal, las carencias de esta gente conectada a la telefonía móvil. Entramos en el Parque Nacional de Sagamartha, previo pago de 1000 rupias (10 euros aproximadamente) por persona.

Cruzamos varios puentes tibetanos atravesando el pequeño poblado de Larja Doblan (2830) donde comienza la primera gran pendiente. Con un desnivel de 610 metros subimos entre un bosque por un amplio camino. La progresión es de infarto, larga y serpenteante. La niebla se va metiendo y no nos permite ver la primera imagen disponible de la cima del mundo. Allí, si se viera, se encuentra el Monte Everest, nos cuenta un serpa que descansa sobre un palo de madera con más de 50 kilos de tablones a su espalda.

Termina la empinada cuesta y llegamos a Namche Bazar a 3440, lugar donde las expediciones suelen para un par de días para aclimatar, la altura se empieza a notar. Hay una parada de información donde nos inscribimos en un censo para poder continuar hacia la tierra del a gran montaña. La temperatura no supera los 2 grados y el sudor se enfría en nuestros cuerpos, mientras realizamos las gestiones. Frente a la caseta de inscripción una mujer descalza rompe el hielo de un arroyo, introduce sus pies y frota con fuerza para lavarlos.

La idea de parar en un frío lodge me sobrecoge y como por arte de magia recupero las fuerzas para continuar subiendo. Antes andar que parar. Preguntamos por el camino y un grupo de jóvenes militares nepalís. Nos indican y acompañan hasta el puesto donde van. Cuentan que la vida militar es muy dura en Nepal, pero al menos les dan de comer y ropa para vestirse. Empiezo a darme cuenta de la diferencia de realidades, puntos de vista y prioridades.

 

Es el tercer mundo. 

Como de costumbre, al caer la tarde, nos encontramos metidos en una densa niebla, el hielo cae en forma de pequeñas estrellas sobre nuestras cabezas Seguimos andando hasta que la noche se cierra y por fin, agotados, empapados en sudor y sin sensibilidad en las manos por el frío alcanzamos Kyangjuma. Estamos a 3550 m, hemos andado 5 horas y subido un desnivel de 715 metros. 

En Kyangjuma hay dos lodge y elegimos el que tiene la estufa de leña más grande. Llevamos dos días de viaje, no hay duchas calientes y las toallitas hidratantes son el único socorro higiénico

 


 

3 DIA KYANGJUMA 3440 – SHOMARE 4010

Amanece un sol radiante. La habitación de hoy tiene ventanas, inundadas de escarcha estrellada. La imagen emociona, el Ama Dablam, la montaña más elegante que jamás había visto se alza justo enfrente de nosotros. El sol roza su cima de 6812 metros.

  MEGÉVE

Desayunamos en el gélido comedor, con los plumas puestos. Me siento congestionada, lo que me faltaba. Me tomo un ibuprofeno, y partimos hacia nuestro destino.

La temperatura va subiendo y la caminata pone en marcha los entumecidos cuerpos. Tras 350 metros de desnivel descendidos y cruzar otro río, aparece la segunda gran pendiente. El paisaje es majestuoso, los puentes tibetanos cada vez son más largos y más altos, pero bien anclados. Repletos de cientos de pañuelos de colores que ondean al viento y rezan a los Dioses.

En un par de horas de subida alcanzamos Tengboche, uno de los monasterios budistas más importantes y emblemáticos a 3860 m, y la primera vista del Monte Everest. Tengboché está construido en la cima de un risco rodeado por pinos, rododendros, azaleas, bajo las sombras de las montañas más imponentes del mundo: el Ama Dablam, Thamserkum, Nuptse 7816 m, y los primeros ocho miles que contemplan mis ojos Lhotse 8501 y Everest 8844. Un lugar mágico que invita, aún al mayor de los escépticos, a la meditación y la paz. Paramos un rato para beber te y descansar.

Ahora los poblados que pasamos tienen nombres similares: Peboche 3710, Pangboché 3939. El paisaje con la altura pierde vegetación desaparecen los bosques y árboles, se hace más seco, más árido… Tras una jornada de 5 horas caminando paramos en Shomare a 4010 m. Localizamos el único lodge que se mantiene abierto. Al deshacerme de la mochila no me encuentro demasiado bien, siento los ojos muy cansados y la sensación de un gran resfriado.

La familia de la casa donde nos alojamos consta de 4 personas, padre madre y dos hijas, una de 4 años y otra de unos 10. Cenan con nosotros alrededor de la estufa junto a otro hombre nepalí, de unos 30 aproximadamente. Al desaparecer la vegetación por la altura, las estufas ya no se alimentan de leña, si no de excremento de Yak seco, es por eso que durante el recorrido, a pesar de la basura, plásticos, bolsas, botellas que lo inundan, no vemos restos de animal, pese a que por el transcurren centenares en una jornada. Los nepalís aprovechan absolutamente todas las partes del Yak, y las deposiciones las dejan secar al sol para después usarlas como combustible. Funciona.

A la hora de dormir la mayor de las hijas desaparece con el hombre y en la casa, sin puertas ni ventanas, quedamos mi compañero y yo, el padre la madre y la pequeña. No me atrevo a preguntar dónde duerme la mayor. Con la caída de la noche ya cerrada el termómetro llega a marcar -13 grados. Ir de visita al baño, una caseta de madera sin puerta con un agujero en medio del suelo, fuera de la casa, junto al establo de los yak, supone todo un esfuerzo, en la tierra se ha formado una pequeña capa de hielo que resbala. Vuelvo rápido a mi saco.

Nos levantamos con los primeros rayos del sol pero cada vez me encuentro peor. Desayunamos huevos y pan tibetano y decidimos continuar.

 


 

4 DÍA SHOMARE 4010 – LOBUCHE 4950

Caminar es siempre lo mejor, estimula el paisaje, calientan los rayos del sol. Comenzamos el día con una subida de gran desnivel y seguimos sin perder el ritmo No hemos aclimatado, somos conscientes de ello pero no se por qué razón nos creemos con fuerzas y capacidad suficiente. Es mi primer cuatro mil y deberíamos tener cuido Mis piernas están fuertes, mi cuerpo responde correctamente pero se que algo no va bien, tengo la cara hinchada, decido no darle importancia, ya se me pasará.

Ángel me ha preguntado en repetidas ocasiones si necesito descansar, pero la cabezonería, las ganas de llegar y el miedo al frío de los lodge hacen que la respuesta siempre sea la misma: prefiero andar. Ascendemos lentamente por la morrena frontal del glaciar de Khumbu.

El paisaje ahora es otro. Estamos en alta montaña. Pedreras, glaciares, ríos helados que abordamos con cuidado por los laterales y más pendiente. Los pasos y el ritmo disminuyen, la altura se nota. Al término de una de las pendientes nos encontramos con el Monumento a los Caídos, una planicie en las que multitud de pequeños montones de piedra y pañuelos de colores recuerdan a los que dejaron su vida en el Monte Everest. Hacemos una parada para beber y fotografiar el sobrecogedor emplazamiento, desde allí parecemos dioses, o ángeles o demonios, y en silencio realizamos un homenaje personal a cada uno de los seres queridos que hemos perdido.

A partir de aquí la pendiente es más moderada y caminando cada vez mas despacio sigo paso a paso las huellas de mi compañero hasta el último alojamiento antes del campamento base del Everest, Lobuche a 4950 m. Solo llevamos cuatro días de trekking y estamos a escasas horas del destino. Buscamos el lodge más caliente, cena típica nepalí y tras la puesta de sol bajo la inmensidad de los picos Lobuché (6145 m) Nuptse (7861 m), Lhotse (8501) Pumo Ri (7165m), Ling Tren (6749). Intentamos descansar.

Las horas de sueño resultan las más duras. La falta de oxígeno produce en el mecanismo respiratorio una sobrecarga que desemboca en episodios de apnea. Ángel pasa la noche en vela debido a la ansiedad, y yo me despierto constantemente con arritmias y sensación de agobio. El porcentaje de oxígeno es constante a cualquier altura, como al nivel del mar. Pero la disminución de la presión atmosférica con la altura hace que la cantidad de oxígeno inspirado sea menor, produciendo hipoxia o falta de oxígeno en la sangre.

A 5000 m el porcentaje de oxígeno disminuye del 100% al 53% aproximadamente. El cuerpo se pone en alerta. Había leído que el mal de altura se manifiesta con determinados síntomas como dolor de cabeza, náuseas y vómitos, falta de apetito, agotamiento físico y trastornos del sueño. Las manifestaciones más graves (y potencialmente letales) del mal agudo de montañason los además, cerebral y pulmonar.

Sufríamos mal de altura.

Me despierto con los ojos hinchadísimos, no veo bien. El constipado empeora, tengo sinusitis o eso me parece, aunque cuando me preguntan ¿cómo me encuentro? sigo diciendo que bien, con tal de no dar explicaciones… hasta hablar resulta cansado. No dejo de preguntarme qué pinto yo aquí, y de repente todo me da igual, si subimos o no, me duele la cabeza, no quiero hablar con nadie. Decidimos descansar un día, ya es tarde para aclimatar. Transcurre el día con paseos a pequeñas cimas, pasito a pasito, a ritmo muy muy lento, comer, intentar dormir. Me acuerdo de los míos, de mi perra, del calor de la familia y los amigos. El frío es devastador. Amanece con mal tiempo. Sin visibilidad y tras dos días sin pegar ni ojo mi compañero decide subir. Los guías del lodge nos cuentan que en el campamento base no hay ninguna expedición, no se ve nada debido a l mal tiempo y las fotos de los que han subido muestran un paraje lleno de basura. Desde el campamento base no se ve la gran montaña, y recomiendan alcanzar Kala Pathar a 5620 metros, mirador del Everest.

Yo no puedo andar, mi respiración es muy lenta y los ojos cada vez están más cerrados. Me quedo a descansar. Tras cuatro horas de espera Ángel regresa agotado, pero decidimos marchar. Mi estado es preocupante y el único antídoto es bajar. Como si de un milagro se tratase, según vamos descendiendo y en solo una jornada los ojos se deshinchan y desaparece el resfriado. Tardamos tres días en regresar a Lukla para tomar la avioneta de vuelta a Katmandú, donde lo primero que hice nada mas llegar al hotel fue darme la ducha de mi vida. Y aunque parezca mentira, hoy sueño con el próximo viaje a nuevas montañas…

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