Fecha: 14 de mayo de 2021 – Actualizado: 16 de enero de 2024
El miedo al coronavirus, la incertidumbre hacia el futuro y las restricciones han provocado que el empeoramiento de la salud mental de la población se haya convertido en una nueva pandemia.
Texto de Miriam Salgado Albertus
La crisis sanitaria como consecuencia del coronavirus ha supuesto un punto y aparte en nuestras vidas. Hemos tenido que cambiar nuestras costumbres, reducir la vida social y modificar nuestros hábitos, adaptándolos a las medidas de seguridad. Hemos tenido que aprender a trabajar desde casa, a no ver a nuestras familias y amigos con tanta frecuencia (en caso de poder hacerlo), a mantener las distancias y a respetar los toques de queda impuestos por las autoridades.
Todos estos cambios, junto con el inevitable miedo al virus, han provocado que la ansiedad, el aislamiento social, la incertidumbre y la tristeza se hayan extendido entre la población, provocando que la salud mental adquiera incluso más relevancia que antes.
Según el estudio “‘Las consecuencias psicológicas de la Covid-19 y el confinamiento”, elaborado por la Universidad del País Vasco, la Universidad de Granada, la Universidad Miguel Hernández, la Universidad de Murcia, la UNED y la Universidad de Barcelona, en colaboración con el Ministerio de Universidades, durante el confinamiento del pasado 2020, casi la mitad de los españoles (el 41%) experimentó muchos cambios de ánimo y malestar psicológico. Y es que la incertidumbre ante el futuro, las preocupaciones relacionadas con la enfermedad o el miedo a la pérdida de familiares, fueron nuestras principales -que no únicas- preocupaciones durante los largos meses de confinamiento domiciliario.
Desde entonces, y a pesar de que actualmente no tenemos la obligación de estar confinados en nuestros hogares permanentemente, el miedo a los contagios, la incertidumbre y las medidas de seguridad han provocado que el empeoramiento de la salud mental de la población se haya convertido en una nueva pandemia.
¿Cuándo la incertidumbre y ansiedad se convierten en un problema?
En España, según el CIS, desde el principio de la pandemia el 34,5% de los españoles se ha sentido agobiado o estresado algunas veces, mientras que el 9,1% afirma que lo ha hecho muchas veces.
Tal y como confirman varios expertos, el coronavirus llegó rápidamente a nuestras vidas, provocando que la mayor parte de nosotros nos estemos diariamente enfrentando a situaciones, contextos y retos que no habíamos vivido antes. Así, el agobio y la angustia de no poder salir de casa, junto a la falta de control sobre nuestras vidas, han traído consigo que la capacidad de tomar decisiones sobre nuestras vidas haya menguado, lo que ha derivado en ansiedad.
En este contexto, el doctor José Luis Pedreira, psiquiatra del Hospital La Luz, ha argumentado que la pandemia “ha afectado a la salud mental porque ha sido un elemento transversal, que ha ocurrido de forma brusca, inesperada y que ha tenido consecuencias nefastas”.
Para visibilizar los problemas mentales actuales, el doctor Pedreira también ha explicado que todos funcionamos por la “línea del tiempo”, en la que existen el ayer, el hoy y el mañana. “Cuando el ayer predomina totalmente en el mundo mental y uno vuelve continuamente a esas situaciones, domina fundamentalmente lo que llamamos el funcionamiento depresivo; cuando el futuro se convierte casi en presión al presente, es cuando aparece la ansiedad; y cuando predomina el hoy, se pone en marcha la acomodación y el estrés, que se expresa frecuentemente en respuesta al pasado y tiene que ver con funcionamientos más depresivoides o la presión del estrés, por lo que aparece la ansiedad.”
Ansiedad, un mecanismo de adaptación frente al confinamiento
En una situación tan compleja como la pandemia, y después de que el miedo haya invadido a una persona y haya podido afectar a algunas de las funciones básicas (sueño, hambre y adaptación a estímulos), la ansiedad se pone en marcha para que estemos preparados y adaptados, al ser un mecanismo de defensa, adaptación y alarma sobre lo que puede venir.
En ese momento también se pueden poner de manifiesto los extremos, que son mucho menos prevalentes, como el hecho de no querer salir, el que las fobias aparezcan de una manera exagerada… Dependen de cada uno, pero generalmente han ocurrido en personas que tenían funcionamientos disfuncionales mentales, cuyos trastornos se han magnificado, descompensándose de una manera muy importante.
Por otra parte, a nivel general, la sensación de agobio en los adultos, sentir que no se puede respirar, dolores de cabeza, mal humor, frustración, angustia o irritación son algunos de los principales problemas, que también pueden depender de dónde se haya producido ese confinamiento y el espacio que haya podido tener esa persona para estar consigo mismo.
Fatiga pandémica, ansiedad y la nueva normalidad
Desde que en marzo de 2020 se decretó el estado de alarma, los problemas de salud mental se han disparado. Aunque algunos han empezado a experimentar dificultades para adaptarse a la situación tras cambiar del confinamiento domiciliario a la “nueva normalidad”, hay muchos otros que han experimentado estos problemas desde el principio.
Este es el momento en el que puede surgir la conocida como “fatiga pandémica”, descrita por la OMS tras la expansión del coronavirus como “la desmotivación para seguir las conductas de protección recomendadas que aparece de forma gradual en el tiempo y que está afectada por diversas emociones, experiencias y percepciones, así como por el contexto social, cultural, estructural y legislativo”.
Y es que la población puede tener ahora la sensación de ansiedad. Tras estar tanto tiempo sin salir de nuestros hogares, muchas personas están experimentando una sensación extraña al relacionarse con otros, que se asemeja a “cuando estás buceando y te dicen que tengas cuidado con no bajar demasiado porque la presión te puede hacer daño a los oídos y a la cabeza. Ahora es como si de repente nos hubieran soltado debajo del agua demasiado deprisa”, según argumenta la psicóloga y neuropsicóloga Ariana Bermejo.
Por otra parte, cabe destacar que tal y como explica Bermejo que la pandemia también ha provocado que a nivel cognitivo se haya producido un retraso en el desarrollo de los más pequeños, porque durante el confinamiento no ha interactuado (hablando o jugando) con otros niños de su edad más allá de su núcleo familiar.
Los ancianos también han sido otro de los grupos más afectados por la pandemia que han empeorado su estado cognitivo, puesto que han estado encerrados en sus hogares sin interactuar, dejando de tener demandas de su entorno.
En tercer lugar, los profesionales sanitarios, tal y como afirma Pedreira, han estado “permanentemente expuestos a ese estímulo y han tenido que asumir la responsabilidad de dar una respuesta, que es desconocida”.
“Esa respuesta se ha ido creando en la medida en que se van conociendo cosas, puesto que las únicas respuestas que se podían tomar eran las inferidas por similitudes o diferencias, por eso aparecían contradicciones, porque se iba generando conocimiento”, ha añadido Pedreira.
En último término, a nivel familiar, se han producido muchas separaciones, sobre todo por no poder tener el mencionado espacio personal.
Consejos que dan los expertos
En un contexto en el que alcanzar la antigua normalidad aún está muy lejos, el primer consejo que ofrecen los expertos es mantener la calma y la serenidad ante este panorama, para poder abordar las dificultades, viéndolas venir y dándolas respuesta.
En segundo lugar, debemos empezar a dar confianza a las informaciones que nos ofrecen los científicos y la evidencia científica, aunque puedan parecer contradictorias con lo anteriormente confirmado.
Finalmente, todos coinciden en que es necesario “encapsular a los negacionistas” y no darles importancia, porque crean en la sociedad un estado de desconfianza y confusión general ante las informaciones que se dan. “Al negacionismo hay que encapsularle, porque no tiene evidencia científica. Son creencias, cuando no ocurrencias, no tienen ninguna evidencia”, sentencia Pedreira.