Ciudades

Nueva York, una ciudad con personalidad propia en constante evolución

«La Gran Manzana», «la ciudad de los rascacielos», «la ciudad que nunca duerme», «la ciudad de los mil puentes», «la nueva Ámsterdam», son solo algunos de los apodos de Nueva York. Una metrópoli de gran riqueza multicultural, epicentro bursátil mundial, sede de la Organización de las Naciones Unidas, símbolo de libertad, foco de tendencias, de valiosos museos y hermosos parques urbanos, una ciudad enérgica en la que basta salir a sus calles y dejarse llevar…

Por Nuria Araguás y A.B.S. 
Fotos cedidas por © NYC & Company / https://es.nycgo.com/
Portada: Manhattan Bridge © NYC & Company 

La oferta de cosas que hacer y qué ver en Nueva York es interminable. Son tantos los planes que hemos ido labrando al pensar visitarla algún día, que resulta difícil planificar una estancia corta. Es un destino para repetir tantas veces como se pueda y quiera, en constante transformación, siempre tiene algo nuevo y atractivo que ofrecernos. De hecho, nos hemos enterado de que junto a la mítica Central Station, se ha construido un nuevo rascacielos de oficinas que ha costado nada menos que 3.000 millones de dólares, El One Vanderbilt. Lo imponente, es su ascensor, llamado “Ascent”, completamente transparente ubicado a lo largo del exterior de la torre Summit One Vanderbilt, con vistas privilegiadas a la explanada de Grand Central Terminal y la avenida Madison. También dispone de unas cajas de cristal que sobresalen del edificio ofreciendo experiencias únicas para quien le gusten las emociones fuertes. Otra atracción que tendrá una gran notoriedad y afluencia de público.

Times Square

Aunque Nueva York está formada por 5 distritos o boroughs: Brooklyn, Queens, Bronx, Staten Island y Manhattan, es esta última isla alargada, el corazón y el icono de Nueva York, al que todos asociamos con la Gran Manzana y donde se concentran la mayoría de las atracciones. 

Nos alojamos en el INNSIDE New York NoMad, un Hotel de la cadena Meliá, en el que hablaban perfecto español, hecho que nos facilitó bastante la reserva y pormenores, además de estar muy bien ubicado. Llegamos a las 17:00 hora local, aunque cansados, dispuestos a continuar exprimiendo el día. Una vez realizamos el check in, salimos a deslumbrarnos a una de las zonas más animadas, famosas y centro neurálgico de la ciudad, a la célebre Times Square, cercana al hotel. A unos veinte minutos caminando, impresionados por la altura de edificios, los grandes estacionamientos verticales e intentando acostumbrarnos al estridente volumen de las sirenas de NY, la encontramos atraídos por el potente resplandor. En las fachadas de los enormes bloques, las inmensas pantallas led y gigantescos letreros luminosos lo inundan todo, mires donde mires. La plaza está exageradamente iluminada. Al fijar la vista en las alturas y quedarte prácticamente boquiabierto, en principio no te das cuenta de la riada de personas que se mueve a tu alrededor. Es un lugar asombroso, los carteles publicitarios con rostros en movimiento y los videos resultan inquietantes, no se puede fijar la mirada, saltando de uno a otro, a su vez más llamativo que el anterior. En un vértice de la plaza hay unas escaleras cubiertas con una alfombra roja, cuya ubicación permite hacer buenas fotografías, pero están ocupadas. Nos da la impresión de que la gente toma asiento desde temprana hora, con el fin de ir descubriendo la dinámica de este llamativo lugar, y la verdad es que no nos parece una mala idea. También vimos a todo tipo de artistas, algunos muy originales que interactúan con los turistas para ganarse unos dólares. 

Flatiron

Hasta finales de los 90 esta plaza fue una zona identificada con la delincuencia, las drogas y prostitución. Actualmente Times Square, además de albergar la fiesta más concurrida de fin de año con el descenso de la bola y su extraordinaria iluminación, ofrece tiendas, restaurantes, almacenes, teatros, cines y auditorios que la han convertido en una de las atracciones más visitadas de los EEUU.

Para terminar, cenamos en uno de los conocidos de NY, se llama Carmine’s y es un restaurante italiano en los que más vale que compartáis plato, e incluso el postre, ya que es popular por sus abundantes porciones, y damos fe de ello. Es ideal para ir en grupo o en familia. Tiene un ambiente acogedor y distendido. Times Square 200 West 44th Street https://www.carminesnyc.com. Muy recomendable.

En nuestro primer día, nos dispusimos a patear un buen trocito de NY. Tomamos la Quinta Avenida que atraviesa Manhattan de norte a sur, observando el emblemático Empire State Building, el edificio más querido de NY que nos quedaba hacia el norte, donde nos dirigíamos, dejando el Flatiron Building -ese rascacielos en forma de plancha, que seguramente conocéis visualmente y que fue el primer rascacielos de Nueva York- al sur. En el camino nos desviamos a Grand Central Terminal, una de las dos principales estaciones de tren, que quisimos visitar por ser escenario de infinidad de películas, como Los Intocables o Men in Black entre otras muchas. Una vez en el vestíbulo principal, admiramos el techo de las constelaciones, reconocimos enseguida el famoso reloj de cuatro esferas, las lámparas colgantes, las escaleras de mármol a las que nos subimos para observar desde arriba el panorama, que nos han dejado escenas de persecuciones e imágenes inolvidables, que tantas veces vimos en la pantalla grande. Un escenario del que disfrutamos contemplando durante unos cuantos minutos su actividad diaria. La verdad es que es una preciosidad de estación. 

Top of the Rock

El propósito del día era subir al observatorio Top of the Rock, para el que ya teníamos entradas, pero lo haríamos al anochecer.  Este observatorio se encuentra en lo alto de un rascacielos poco conocido, llamado Comcast Building, ubicado en el complejo comercial del Rockefeller Center, epicentro de las Navidades en NY, donde se instala la famosa pista de patinaje sobre hielo y se coloca el mítico árbol de Navidad. La emblemática estatua dorada de Prometheus, junto a fuentes, jardines y banderas de muchas naciones engalanan el recinto. También aquí se asienta una cafetería con mesas al aire libre. En los alrededores se sitúan varias tiendas y entre ellas nos llama la atención el escaparate de la de “Lego” con sus increíbles creaciones mecanizadas y a la que entramos a curiosear. En su interior de tres pisos enormes recipientes a granel nos ofrecen todo tipo de piezas y acoples de colores, así como todo tipo juegos y de artículos para los amantes de esta clase de construcciones. Nos parece todo un mundo. 

Frente al Rockefeller Center, rodeada de altísimos rascacielos, creando un espectacular contraste se encuentra la Catedral neogótica de San Patricio, St. Patrick’s Cathedral construida en el siglo XIX en honor al patrón de Irlanda. En el interior hay una copia de La Piedad tres veces mayor que la del Vaticano, un órgano en la galería principal que tiene casi 6.000 tubos y el altar de San Miguel y San Luis que fue diseñado por Tiffany & Co. La verdad es que el resultado es grandioso.

Rockefeller Center

Continuamos por la Quinta Avenida, dirección Central Park, transitamos por tiendas emblemáticas y exclusivas como Tiffany, Louis Vuitton, Versace, Cartier, Prada …. En plena acera nos encantó el impresionante diseño de vanguardia en forma de cubo de cristal de la entrada de Apple Store. Asimismo, se alza exultante la Torre Trump, por supuesto exploramos su interior en el que el amplio vestíbulo es un laberinto de escaleras mecánicas, paredes doradas y espejos. 

Al norte de la Quinta Avenida se agrupan importantes museos como el Museo Metropolitano (MET) y el Guggenheim.

Y llegamos al pulmón de la ciudad, Central Park, un lugar de recreo de los neoyorkinos repleto de rincones con encanto, lagos, puentes, fuentes, esculturas, estanques, barcos de remo, pistas de patinaje, restaurantes…, repleto de actividades, artistas callejeros, espectáculos y conciertos al aire libre. Un lugar en el que es muy fácil perderse. 

Central Park

Cansados de caminar, decidimos alquilar un carruaje de caballos, que plácidamente y durante una hora recorrió el parque enseñándonos los lugares más bonitos y emblemáticos. Hicimos varias paradas en la fuente más famosa del parque coronada por un ángel y la terraza Bethesda frente al lago; El estanque circular Conservatory Water con algunos barquitos teledirigidos, adyacente a la bellísima representación de Alicia en el País de la Maravillas. También nos detuvimos en el homenaje a John Lennon, un mosaico con la palabra “Imagine” rodeado de olmos. Tenía colocadas algunas flores y una vela. En uno de los bancos, un músico tocaba canciones de los Beatles. Esta zona se llama Strawberry Fields y se encuentra frente al Edificio Dakota, donde el artista murió asesinado. Seguimos paseando hasta el Castillo Belvedere, un castillo de novela que entre la vegetación nos deja una imagen de postal. También pasamos por el zoológico. Resumiendo, fue una forma de ver Central Park, tras un día muy ajetreado que, no había acabado, y que a su vez nos brindó un pequeño descanso. Observamos mucha gente en bicicleta, lo que también nos parece muy recomendable ¡¡hay infinidad de caminos que recorrer!! 

Ya bien entrado el atardecer nos dirigimos, por fin al observatorio Top of The Rock, encontrando mucha gente. Tuvimos que pasar por dos ascensores. El primero nos subió unos pisos y nos dejó en un control de seguridad atravesando una exposición sobre la construcción del edificio. Seguidamente nos ofrecieron la posibilidad de hacernos una foto suplantando, a los trabajadores, en la emblemática viga suspendida a 256 metros de altura sobre las calles de NY que están tomando el almuerzo en lo alto de un rascacielos (imagen que seguro habréis visto alguna vez), lo que realmente desconocíamos, es que esta famosa fotografía se tomó durante la construcción del Comcast Building en 1932. Un buen recuerdo de la estancia en este grande de NY. Tras continuar con la espera, alcanzamos el segundo ascensor, que este sí nos subió 67 pisos en 42 segundos, llegando en tan corto periodo de tiempo a taponarnos los oídos y encogernos el ombligo. Cuando se abrieron las puertas, tras una cristalera, Manhattan quedaba centelleante a nuestros pies. 

Una vez disfrutamos de las vistas, del recinto, de la tienda de regalos, de unas pequeñas terrazas de la planta 67, tomamos las escaleras a la planta 69 que hallamos completamente al aire libre, aunque rodeada de una alta barandilla acristalada. Aquí los vidrios se reflejan un poco en las fotografías, pero una vez en la planta 70, no hay cristales; es una terraza grandiosa, completamente abierta y, como os podeis imaginar, a tantísima altura, en el exterior, es imponente. Que deciros de las perspectivas, inigualables con la ciudad iluminada, con un barullo de rascacielos y el Empire State en primer plano, prodigiosas e indescriptibles. Si algo imperfecto hay que decir es que, si hubiéramos subido un poco antes con más luz, hubiéramos visto Central Park, por ejemplo, ahora era una mancha oscura rodeada de edificios, también faltaba otro insigne de NY, el edificio Chrysler, que queda tapado por otros, pero fue algo que poco empañó ese inolvidable momento. 

Un primer día agotador pero maravilloso, tal y como esperábamos.

Memorial

El segundo día nos fuimos al sur, donde se halla el distrito financiero que determina la economía del mundo. El One World Trade Center (1WTC) es el rascacielos principal del actual complejo World Trade Center, y, actualmente es un icono del skyline de NY. La nueva reconstrucción de la Zona Cero cuenta con otros cinco edificios de oficinas, además del Monumento Nacional y Museo al 11-S. Este Monumento Nacional al 11-S se levanta en representación y memoria de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y de las del atentado del World Trade Center de 1993, ya que el memorial de este último atentado estaba en la plaza del World Trade Center original, y fue asimismo destruido tras los atentados del 11 de septiembre del 2001. El monumento consiste en dos inmensas piscinas por donde el agua discurre – cuya estela es hipnotizadora- perdiéndose hacia una gran cavidad central. Las piscinas están ubicadas en los cimientos donde estuvieron en su día las Torres Gemelas, rodeadas de frondosos árboles. Una zona sin duda dolorosa para los neoyorkinos, que induce al recogimiento y a la reflexión y, que a su vez apuesta por un futuro de paz y progreso. Un lugar que hay que visitar.

El One World Trade Center alberga un observatorio al que no tuvimos tiempo de subir, pero las vistas tienen que ser otro espectáculo, ya que nos ofrecen panoramas más cercanos a los puentes y las islas, y siendo una de las atracciones más concurridas. 

Seguidamente, nos dirigimos a conocer el barrio de los ejecutivos, que hay que hacerlo en día laboral si es posible, para saborear el ambiente frenético de un día de oficina. Según nos vamos acercando, observamos a jóvenes profesionales trajeados saliendo y entrando de grandes edificios, algunos café y móvil en mano. Pasamos delante del Banco de la Reserva Federal, donde se localiza el mayor numero de lingotes de oro del mundo y que, previa reserva, se puede visitar bajo estrictas normas de seguridad. Al parecer, permite ver algunos de los lingotes de oro que se guardan en su cámara abovedada. La arquitectura se torna neoclásica, apareciendo edificios de mármoles blancos, columnas y capiteles, atravesamos prestigiosos bancos, y llegamos a la calle más famosa del distrito financiero, Wall Street. Aquí se sitúa el Federal Hall, en el que ni más ni menos, en 1789 George Washington fue nombrado primer presidente de Estados Unidos. La estatua del presidente se halla en la entrada principal. Se puede entrar y alberga la biblia sobre la que juró Washington. La Bolsa de NY (New York Stock Exchange), el mayor mercado de valores del mundo, también la encontramos en esta calle y tenía la entrada permitida hasta los atentados del 11S.

No podíamos dejar este distrito sin fotografiarnos y tocar las “partes” (buscando la suerte, por si acaso) del famoso “Toro de Wall Street”, símbolo de poder, fortaleza y prosperidad. Creada por Arturo Di Modica, es una portentosa escultura de broce, colocada allí por iniciativa propia del artista, frente a la Bolsa de Nueva York en el año 1989. Tuvo tan buena acogida por parte de los neoyorkinos que fue trasladada hasta el Parque de Bowling Green.

Estatua de la Libertad

Considerando los pocos días que estamos en la ciudad y que la excursión a la Estatua de la Libertad y la Isla de Ellis lleva de tres a cuatro horas debido a las colas y esperas, decidimos simplemente tomar un ferry gratuito a Staten Island que nos permitió ver la Estatua de la Libertad desde cierta distancia y nos dejó además perspectivas muy interesantes del skyline de Manhattan. Este ferry realiza el trayecto gratuito, partiendo cada 30 minutos desde las inmediaciones de Battery Park. El itinerario dura 25 minutos en los que salimos maravillados de las panorámicas de la Estatua de la Libertad, del downtown de Manhattan y del Puente de Brooklyn, y comentar que por cierto la Estatua es más grande e imponente de lo que en principio nos imaginamos. Regalo de Francia a Estados Unidos para conmemorar los cien años de independencia estadounidense, se convirtió en el símbolo de la inmigración durante la segunda mitad del siglo XIX, recibiendo a más de 9 millones de personas que llegaban a Nueva York en busca del sueño americano. Es difícil de apreciar, pero figura dando un paso al frente escapando de unas cadenas, en representación de la marcha hacia la libertad. 

Regresando al hotel, visitamos de nuevo Times Square, adentrándonos esta vez en dos atrayentes tiendas como apasionados del chocolate. Una es, M&M`S World que no pasa desapercibida. Es una tienda gigantesca, de tres pisos con dispensadores de techo a suelo de M&M’S de todo tipo de sabores y colores. Parece mentira que estas pequeñas chocolatinas den para tanto. El merchandising no tiene límites. Tiene una impresora que permite imprimir en los M&M’S varios logos. ¡!Para volverse loco!! La otra tienda, es Hershey`s Chocolate World, que con una bonita fachada, además de su delicioso producto, te ofrece la posibilidad de personalizar el envoltorio de las chocolatinas. ¡!Es genial!! Otro día que terminó muy pero que muy dulce…

Nuestro día lo pasamos pedaleando por Brooklyn y Dumbo. 

Lo teníamos claro, el tercer día queríamos atravesar en bici el puente de Brooklyn y pasar el día pedaleando. Primero nos dirigimos a Seaport, que guarda un trocito de historia de la ciudad, ya que fue un antiguo puerto en el S.XIX y aún sigue conservando su ambiente marinero. Encontramos tiendas, restaurantes y bares.  En el Pier 15 a las orillas del East River un muelle nos ofrece unas bonitas panorámicas del Puente de Brooklyn. Es un lugar muy tranquilo para pasear.

Dumbo

El Puente de Brooklyn fue el primer puente colgante más largo del mundo, inaugurado en 1883. Atravesarlo en bicicleta es una de las grandes experiencias que vivimos en NY y nunca olvidaremos. Cogimos las city bikes en una de las estaciones públicas habilitadas para ello, con una tarjeta de crédito, que asombrosamente no nos dio ningún problema. Encontramos la rampa de subida al puente, que, por cierto, tiene una vía específica para bicicletas y peatones, separada únicamente por una línea pintada en el suelo. Las vistas que van apareciendo según avanzamos son impresionantes, al principio parábamos constantemente para sacar fotografías teniendo en cuenta que otros ciclistas neoyorkinos nos pisaban los talones a toda velocidad lo que resultaba peligroso en ocasiones la frenada en medio de la calzada, llevándonos algún susto que otro. Más tarde fuimos cogiendo ritmo disfrutando y sintiéndonos parte de la actividad de la ciudad, pero eso sí, en un lugar privilegiado.

Según nos acercamos al otro lado observamos en una ubicación excepcional, The River Café, un restaurante con estrella Michelin, que es todo un referente en la ciudad. https://rivercafe.com.

Una vez en Brooklyn nos tomamos un refrigerio y un helado en The Ice Cream Factory, catalogada como una de las mejores heladerías de NY, que hace honor a su prestigio y de nuevo con unas extraordinarias vistas de Manhattan. Llegar a Brooklyn Highs Promenade que era nuestro propósito fue una aventura que mereció del todo la pena. Nos perdimos por muchas calles arboladas, tranquilas, muy de película con sus típicas entradas escalonadas y algunas bicicletas en las puertas… pero finalmente lo conseguimos y terminamos en un fascinante paseo marítimo que exhibe una tremenda perspectiva, quizás de las mejores que habíamos visto hasta ahora, de la Estatua de la Libertad, El Puente de Brooklyn y el sur de la Gran Manzana. Muy recomendable.  

Pedaleamos de nuevo hacia el otro lado del puente. Esta área se denomina DUMBO, “Down Under the Manhattan Bridge Overpass”, es una antigua zona industrial reconvertida, que nos ofrece planos del Puente de Manhattan y nuevas vistas por toda la orilla de esta parte del río. Está situada entre el Puente de Brooklyn y el Puente de Manhattan. Un barrio encantador donde merece la pena acercarse a una antigua calle, Plymouth Street, en la que se pueden ver todavía los antiguos raíles del tren. Una zona muy pintoresca.

Comienzan a parpadear algunas luces y poco a poco la ciudad se va encendiendo por lo que emprendimos el regreso al animado puente colgante que, una vez iluminado, fue todo un espectáculo. Comenzamos la travesía con la isla de fondo centelleando y los altos edificios delineando la silueta de la ciudad. El regreso fue mucho más pausado, deleitándonos con cada parada que hicimos en el puente, asomándonos a las oscuras aguas del East River, vislumbrando el cercano Puente de Manhattan y la costa resplandeciendo. Imágenes y experiencias que serán difíciles de borrar. Excelente. Este trayecto, aunque largo, se puede hacer caminando.

Brooklyn Bridge

Se nos hizo muy tarde, y después de buscar una estación donde dejarlas, tratando de coger un taxi se nos acercó una limousine que nos ofreció, por un precio no muy superior al de un taxi, puesto que era compartida, llevarnos al hotel. Otra grata experiencia que aprovechamos de la ciudad. He de comentar que la aplicación de Uber funcionó estupendamente y supimos que al igual que funciona con vehículos, se puede pedir, desde la misma aplicación, un helicóptero que te lleva el aeropuerto JFK en 8 minutos.

El cuarto día visitamos The High Line y Greenwich Village

The High Line es un parque elevado que circula por una antigua línea férrea por la parte oeste de la ciudad, y, casualmente una de las entradas se hallaba cercana al hotel. Atraviesa varios barrios, entre ellos Meatpacking District, uno de los barrios de moda. Es bastante curiosa, ya que discurre entre jardines y vanguardistas edificios, acogiendo a su vez algunas exposiciones de arte. En recorrerla se tarda aproximadamente una hora y media, y si se hace temprano mejor, porque con mucha gente, al ser una vía estrecha no la hubiéramos disfrutado igual. La tomamos en la parte alta, en Hudson Yards, y antes de bajar hacia el sur, subimos un pequeño tramo a admirar The Vessel, una maravilla arquitectónica que consiste en una estructura de acero conectada por secciones de escaleras, que se elevan 45 metros, haciendo de mirador de esta parte de la ciudad y gran desafío para los incansables. Aunque tiene 80 rellanos y no es necesario subir hasta arriba, nos conformamos con ver el curioso edificio en la distancia, que, desde luego, no pasa desapercibido. Volvimos sobre nuestros pasos hacia el sur, entre los edificios se esconden lugares muy acogedores, con bancos dedicados a la contemplación y el descanso. Terminamos en el West Village. Una vez en este barrio, atravesamos elegantes y apacibles callecitas de viviendas con exclusivos y fotogénicos accesos de escalinatas repletas de vegetación. 

Soho

Greenwich Village es actualmente un barrio residencial, aunque perdura el espíritu bohemio y vanguardista del pasado. Este barrio en los años 60 acogió a una importante comunidad homosexual alrededor de Christopher Street. En el histórico bar Stonewall Inn, en 1969 se protagonizó la famosa revuelta comienzo del movimiento por los derechos del colectivo gay. Un barrio de ocio y entretenimiento por el que nos dejamos llevar, atravesando por lugares pintorescos, con sus tradicionales casas de ladrillo rojo, alineados portales de escalones empinados y barandillas de hierro, como ya hemos visto alguna vez, así como las escaleras para incendios en las fachadas. Pasamos por Grove Court llegando a la esquina de Bedford y Grove, para ver el edificio de la exitosa serie “Friends”. Grove St es una calle corta nos encantó. En la Sexta Avenida con la 4th encontramos “The Cage” las legendarias verjas de baloncesto callejero, que al tener unas dimensiones reducidas obligan a ser rápidos y hábiles. La destreza es sorprendente. Es muy auténtico.    

Llegamos al corazón del barrio, Washington Square Park, que nos contaron fue un antiguo cementerio, quien lo diría, un lugar muy concurrido sobre el que se levanta un fabuloso arco construido para celebrar el aniversario del centenario de la elección de George Washington como presidente y una gran fuente, en la que suponemos la gente se refresca en días calurosos. En el pequeño parque se disponen mesas para jugar al ajedrez. Es un punto neurálgico, lugar de encuentro de locales y turistas y sitio perfecto para tomar un respiro, a la vez que nos deleitamos con la música de algún artista callejero. 

Chinatown

El quinto día, volvimos al sur, a dar una vuelta por el Soho, por Little Italy y por Chinatown 

El Soho fue una zona de naves industriales que concentraba parte de la industria textil. Estas naves con impresionante arquitectura de hierro fundido, herencia de la época, fueron reconvertidas y transformadas en grandes residencias y lofts para gente adinerada, espacios exclusivos donde se asientan galerías de arte, boutiques de diseño, y locales alternativos. Un barrio de artistas y de moda en el que hay posibilidades de encontrarse con alguna “celebrity”, paraíso de las compras de NY y otra vez escenario de películas y series de éxito. Nos continúan fascinando las escaleras para los incendios en el exterior de los edificios, algunas, en esta ocasión del mismo color que las fachadas…. Un barrio de lo más cool…. 

Entramos en grandes almacenes donde compramos tres pantalones vaqueros y una cazadora, nos gustaron los diseños y estaban bien de precio. Junto con unas zapatillas de deporte y algunos souvenirs fueron el total de nuestras compras en NY. Houston Street, Lafayette, Canal Street, Spring Street o Mercer Street son alguna de las calles más reconocidas.

Canal Street nos llevó al barrio de Chinatown. Enseguida aparecieron concurridas aceras repletas de expositores, un gran mercado con una infinidad de tiendas donde comprar todo tipo de artículos ropa, bisutería, zapatos, bolsos, electrónica, souvenirs y también imitaciones, donde cabe el regateo. Nos adentramos por calles bulliciosas de llamativos carteles en las que se disponen salones de masajes, restaurantes de pato laqueado, casas de té, tiendas de productos secos al peso que no distinguimos que son. Tampoco reconocimos algunos productos frescos expuestos en la calle, en lo que parece son tiendas de alimentación, pero los carteles en chino no nos ayudan. Nos acercamos a Columbus Park, un parque en el que se reúne la gente local, mostrándonos un poco la cultura popular, en el que encontramos sobre todo, gente mayor jugando a las cartas, charlando o escuchando música. Siento no poderos decir el lugar donde comimos, por desgracia perdí la tarjeta y el nombre del restaurante, pero si recuerdo el delicioso pato laqueado…. 

Empire State. Top of the Rock

Para disfrutar de la noche neoyorquina, nos habían hablado que debíamos conocer los llamados “speakeasy”. Así es como se conocen los bares clandestinos en Nueva York, cuyo origen se encuentra en lo que se llamó la “Ley Seca” de los años 20, que prohibía el consumo de alcohol y que provocó que proliferaran estos locales secretos y escondidos de contrabando. Aunque actualmente no todos tienen historia, la mayoría de estos bares son locales de moda que suelen estar en callejones, trastiendas, sótanos o detrás de puertas ubicadas donde menos te lo esperas, o quizás te pidan una contraseña, teniendo que conocer a alguien, sí o sí, para entrar. Una manera de darle emoción a la noche, ofreciéndonos en alguno de los casos, decoración temática y cócteles muy sofisticados. Entre ellos, mencionaros Burger Joint, un restaurante (hamburguesería) underground clandestino, famoso por hacer una de las mejores hamburguesas de la ciudad, y que se encuentra tras una cortina de terciopelo; Aphoteke, un bar con música en vivo, ubicado en un callejón de Chinatown, o The Back Room o The Corner en Little Italy. 

El sexto y último día, el MET y un poco más por las alturas. 

La oferta cultural en NY no termina nunca. Teníamos que dedicarle unas horas a ver un pequeño segmento de uno de los museos más visitados del mundo, el Museo Metropolitano de Nueva York, el MET, y en su interior en concreto, la sección egipcia y mesopotámica, que alberga el Templo de Dendur. Dentro de la colección permanente también se puede disfrutar de otros tesoros de las culturas clásicas, además de pinturas de artistas de la talla como Monet, Cézanne o Rembrandt. Hay varios tours gratuitos en español que hacen un recorrido por las obras más relevantes del museo, y, aunque nos pareció interesante, no nos cuadraban los horarios. He de comentaros que la visita al MET se puede complementar con “The Cloisters«, esto son varios claustros medievales que fueron traídos piedra a piedra desde Europa y expuestos en otro lugar un poco más alejado, pero en nuestro caso, prescindimos de ello.

Independientemente de este Museo, el Museo de Arte Moderno de Nueva York: MOMA, El Guggenheim, el Museo Whitney de Arte Estadounidense, o si viajas con niños, seguro es de su agrado el Museo de Historia Natural y la fascinante reconstrucción de los esqueletos de distintos dinosaurios, son otros de los interesantísimos y destacados museos que ofrece la ciudad dependiendo de las preferencias y tiempo de cada visitante. 

Y no podíamos dejar Nueva York sin haber subido al histórico Empire State, el primer edificio de 100 pisos de estilo art decó, que admiramos nada más entrar. En esta ocasión, lo hicimos a plena luz del día. Decir que las vistas tanto desde Top of The Rock como desde el Empire son un espectáculo, pero si tuviéramos que elegir, ver el Empire State, iluminado, emergiendo sobre Manhattan, aunque muy típica, es una de mis imágenes preferidas…. Y ¿desde dónde podemos admirar tan venerado templo?… 

Asimismo, me hubiera encantado subir al 1WTC Observatory -ya que la vista es distinta-; asistir a una misa Góspel en Harlem, a un musical en Broadway, o si la visita es entre noviembre y abril, disfrutar del espectáculo de un partido de la NBA en el Madison Square Garden, o incluso de un partido béisbol en el estadio de los Yankees. Y, haberme comido un perrito caliente en el restaurante Nathan’s de Coney Island…. y la lista sigue… Nos dejamos mucho por vivir en esta icónica ciudad, donde las opciones son infinitas, y donde hay innumerables motivos para volver. 

Y para los amantes de la adrenalina, nuestros amigos realizaron actividades increíbles, volaron en helicóptero a puertas abiertas, sujetos a un arnés y con los pies colgando sobre NY, también disfrutaron, pero de una manera especial del río Hudson, del East River, pasaron bajo los Puentes de Brooklyn y Manhattan, se bañaron en las playas, y rozaron la isla de Ellis y la Estatua de la Libertad todo ello a gran velocidad en una moto de agua. Aquí os dejamos con quienes lo realizaron. https://www.flynyon.com; https://www.nuevayork.com/jet-ski-en-nueva-york

Y  … muy recomendable, que antes de emprender el viaje os pongáis al día, seguro que habrá novedades, ya que Nueva York no deja de sorprendernos…