Fecha: 22 de marzo de 2023 – Actualizado: 19 de junio de 2023
Seguimos recorriendo Sicilia. En el número anterior relatamos nuestros primeros días explorando las ciudades de Catania, Siracusa y Noto. Si estáis sopesando tan apasionante viaje tenéis que conocer nuestro itinerario. En esta nueva publicación, retomamos ruta con la subida al Monte Etna, la atractiva ciudad de Taormina y el peculiar pueblo de Cefalú.
Por Nuria Araguás y A.B.S
Fotos cedidas por © Evasión
El Etna, el volcán que domina Sicilia
Salimos de Catania con destino al Etna, que, situado a unos 3.350 metros sobre el nivel del mar es el volcán más alto de Europa y uno de los más activos del mundo debido a las erupciones de los últimos años (2018, 2019, 2020 y 2021).
El Etna ha marcado enormemente la vida de los cataneses desde tiempos remotos. La erupción de 1669 fue la más destructiva, con efectos devastadores sobre la Catania, pero que a su vez, propició la monumental ciudad que es hoy en día.
Con el coche de alquiler con el que viajamos y contratamos a nuestra llegada en el mismo aeropuerto, pusimos rumbo al punto de donde parten las visitas al Etna, el Refugio Sapieza que se halla a 1.910 metros de altitud. El camino se hizo un poco largo. Sicilia es una isla montañosa e independientemente del tráfico que se registra en las grandes ciudades, muchas de las carreteras se hallan en obras y llegan a resultar un tanto caóticas. Unido a la peculiar manera de conducir que tienen los sicilianos -que ha llegado a formar parte de su idiosincrasia- y que nos recuerda mucho a nuestra querida Nápoles, salir de la ciudad de Catania resultó un tanto complicado, añadiéndose el hecho de pequeñas confusiones y rodeos. Si el Refugio Sapienza se hallaba a tan solo 34 kilómetros, tardamos casi dos horas en llegar. Algo a lo que hay que acostumbrarse en Sicilia y disfrutar, nunca mejor dicho, tanto del camino como del destino.
Subimos el puerto atravesando pequeñas localidades. Por la fertilidad de la tierra volcánica viñas y huertos se extienden a lo largo de la ladera de la montaña, donde viven miles de personas. El paisaje de lava convive con el luminoso verde de la vegetación en algunas zonas. A medida que avanzamos, las vertientes se vuelven más oscuras.
A la llegada al Refugio Sapienza, se abre una gran explanada con aparcamiento, donde se han instalado tiendas de alquiler de equipos de montaña, información y excursiones, bares, restaurantes y tiendas de souvenirs. Es, desde este punto, desde donde parte un funicular que alcanza la cota de 2500 metros y cuyas cabinas vemos ascender lentamente montaña arriba. Desde los 2.500 a 2.750 metros hay que ir acompañado de guías o vulcanólogos, estando completamente prohibido superar esta cota. El coste total de la excursión era de 65 euros. Donde termina el teleférico, los guías te acompañan en algunos todoterrenos y hay que caminar unos 20 minutos. La otra opción es subir solo el teleférico, lo cuesta 35 euros. Conviene saber que las temperaturas son bajas, por lo que es imprescindible llevar ropa de invierno, aunque hay tiendas de alquiler de guantes, calzado y anoraks.
Varias telecabinas vuelan la empinada colina en paralelo a las pistas de esquí, en parte han sido destruidas por la última actividad del volcán. A medida que ganamos altura, las vistas del horizonte son sublimes, y la montaña alberga toda la gama de colores entre rojizos y ocres. Asoma una tímida vegetación verdosa y amarilla contrastando en el inhóspito territorio.
Al término del funicular varios vehículos todoterreno se hallan estacionados, suponemos a la espera de la llegada del grupo de visitantes, algunas personas caminan por la pedregosa y empinada formación. Un continuo y gélido viento traía las nubes sumiéndonos en una húmeda neblina, llevándosela segundos más tarde y permitiendo avistar el extraordinario paisaje que se extendía mucho más allá del litoral. Como consejo, para realizar esta excursión se han de tener en cuenta las condiciones climáticas que varían con suma facilidad y pueden arruinarnos tan valiosa cita. En nuestro caso tuvimos mucha suerte ya que cuando nos íbamos, todo se sumió en una densa niebla.
El Etna ofrece mil y una posibilidades, desde esquiar en invierno a conocer los pueblos de sus laderas, conocer la gastronomía local, excursiones en quad, bicicleta, treking…. Si se quiere conocer en profundidad, hay que hacerlo de la mano de guías especializados. Sin duda, subir al Volcán Etna y tener la posibilidad de ver las erupciones de lava, es uno de los grandes atractivos turísticos de Sicilia.
Para los más osados, hay que tener presente que el Etna es un volcán activo y es frecuente que se produzcan varias erupciones al año. Por tanto, toda precaución es poca, siendo esencial y muy importante respetar las recomendaciones y prohibiciones para evitar situaciones de riesgo y, aunque hay gente que sube hasta la cima por su cuenta, está prohibido, y quién se arriesgue, se juega la multa y un procesamiento penal.
Una vez en el Refugio Sapienza, disfrutamos muchísimo de los Cráteres Silvestri del Etna, que están situados al lado del restaurante I Crateri Silvestri. Su origen se remonta a las erupciones de 1892, y nos dan la oportunidad de rodear el pequeño cráter, bajar al mismísimo centro y caminar por un espectacular paisaje de otro planeta. Un cómodo recorrido, en el que nos recreamos sin pasar tanto frío.
Volvimos a la carretera lávica, rumbo a la bella ciudad de Taormina, donde pernoctaríamos otros dos días.
TAORMINA, otra joya siciliana
Taormina es una localidad emplazada sobre el Monte Tauros, a doscientos metros de altura sobre el nivel del mar en la costa este de Sicilia. Una pintoresca ciudad que constituye un magnífico balcón natural ofreciéndonos espectaculares panorámicas desde distintos puntos de la ciudad.
Este apacible pueblo costero fue fundado por colonos huidos de la saqueada ciudad de Naxos en el 403 a. C. y han sido numerosos conquistadores como romanos, árabes y normandos los que han dejado su impronta en Taormina.
Como centro turístico, tuvo un gran esplendor en el s.XVIII, al formar parte de los llamados circuitos de inspiración de escritores y artistas de la época, así como lugar de veraneo de aristócratas y familias nobles europeas.
El clima, las hermosas playas, edificaciones medievales, el teatro greco romano y la cultura de la ciudad hacen de Taormina una de las ciudades más arrolladoras de Sicilia.
Taormina se asienta en una empinada montaña, desdoblándose en varios niveles. En la parte inferior (costera) encontramos playas y calitas con hoteles y restaurantes a pie de mar. Un funicular asciende desde el mar a la parte central – el casco histórico-, que es peatonal. Y en un plano superior se encuentra el Castillo Saraceno que domina toda la ciudad.
Como suele pasar en la mayoría de las ciudades peatonales, el aparcamiento es complicado, por ello optamos por alojarnos en la zona más baja, en los Apartamentos Iancu, situados a 100 metros del funicular que lleva al centro de Taormina, frente a la hermosa cala de la Bahía de Mazzaró.
Llegamos a Taormina a primera hora de la tarde, y sin perder tiempo subimos al centro histórico, sacando el tique de 3 euros (por trayecto) en las máquinas expendedoras que se hallan en la base del funicular. El horario era de 8.30Am a y daba servicio hasta la una de la madrugada, permitiendo así recrearse de noche con los monumentos iluminados.
Taormina goza de muchísimos atractivos y la mayoría de ellos se concentran dentro del que fue el recinto amurallado. Es una ciudad pequeña por lo que un día es suficiente para ver con tranquilidad sus imprescindibles.
La Porta Messina, situada a unos metros de donde te deja el teleférico, marca la entrada a la calle principal Corso Umberto I, que se prolonga hasta otra de las puertas de la ciudad, la Porta Catania. Un recorrido donde se hallan muchos de los puntos de interés cultural, así como encantadoras tiendecitas de recuerdos típicos sicilianos y elegantes boutiques. Descubrimos reminiscencias de la ocupación de la corona de Aragón y calles de corte medieval con floridos balcones de buganvillas, la catedral de Taormina, Duomo de San Nicolo, los Jardines de la Villa Comunale o el palacio de los Duques de San Stefano, uno de los mejores ejemplos de arquitectura normanda de la isla.
Pasando por la Puerta Messina, la Plaza Vittorio Emanuelle II se halla construida sobre el antiguo foro romano, que alberga el Palazzo Corvaja. Su diseño es una combinación de estilos árabe, bizantino y normando, puesto que el edificio permaneció en pie varios siglos. Una torre de estilo árabe que data del siglo XI es uno de los elementos más antiguos del este llamativo palacio, en el que destacan los arcos sobre las ventanas de la fachada, añadiéndose posteriormente elementos de estilo gótico. Albergó el primer Parlamento de Sicilia en 1410 y actualmente es la sede de la Oficina de Turismo de Taormina y el Museo Siciliano de arte Popular. A la izquierda del palacio está la Iglesia de Santa Caterina, construida en el siglo XVII sobre restos de un pequeño teatro romano que aún permanece visible y que merece la pena ver, rodeando la iglesia.
De noche, Taormina tiene mucho encanto. Los comercios decorados con muy buen gusto invitan a entrar. En la tienda “Aqua de Taormina” nos deleitamos probando fragancias de cítricos, y algunas otras más novedosas como la de “albahaca”. En los establecimientos de gastronomía local nos incitan a catar diferentes versiones del “pesto siciliano”. La cerámica artística de Caltagirona se halla por todas partes, así como la célebre “testa de moro”, una vasija para plantas de gran colorido, proveniente de la siniestra leyenda que puedes encontrar en el artículo de Catania, publicado anteriormente.
Llegamos la majestuosa Piazza IX Aprile, donde se abre un gran y espectacular mirador sobre el mar y el Monte Etna. Esta amplia balconada se halla rodeada de admirables edificios como la “Torre del Reloj” o “Puerta del Medio”, símbolo histórico de Taormina, la antigua Iglesia de San Agostino que data de 1486 y sobre una escalinata, la Iglesia de San Giussepe de estilo barroco.
Poco después, alcanzamos la Plaza del Duomo, una pequeña y bonita plaza presidida por una fuente escultórica. El Duomo de Taormina o Iglesia de San Nicolò, fue construida en el s.XIII sobre una antigua iglesia medieval dedicada a San Nicola di Bari. El Duomo también es conocido como la Catedral-Fortaleza, algo que se entiende dada su arquitectura.
En la misma plaza, cenamos en la terracita del recomendable restaurante llamado “Al Duomo” situada en el primer piso, con vistas a la catedral. Degustamos unos sabrosos espaguetis con almejas (a Vóngole), una fresca ensalada de pulpo a la siciliana, y rematamos con un delicioso tiramisú. Como curiosidad y al pedir algo más de peperonchino (chile picante) para la pasta, nos preguntaron si podían cogerlo de una de las macetas que adornaban el balcón. Allí mismo en la mesa lo limpiaron y cortaron en finas láminas, un toque de naturalidad y gracia que nos encantó. El vino, Nero d’Avola, fue todo un descubrimiento. Se obtiene de las uvas de una variedad autóctona. El acceso al restaurante se encuentra por unas escaleras en un lateral de la plaza.
Después de disfrutar enormemente de la gastronomía local, caminamos entre las edificaciones medievales. Los faroles de forja nos introducen en un ambiente histórico. En las estrechas callejuelas que parten de la vía principal hay coloridas exposiciones de pintura y artesanía sobre antiguos muros. Las trattorias ofrecen áticos abiertos de cálida luz. También los escaparates de pastelerías y heladerías nos presentan sus exquisitas creaciones. Aconsejaros de nuevo el helado de “pistacho de Bronte” de indiscutible sabor y rey de la gastronomía siciliana.
Continuamos hasta Puerta Catania en la que destaca el escudo aragonés que data de 1440. Realizamos una breve parada en el Palacio de los Duques de San Estefano, una noble familia de origen español. Este palacio del s. XV es una obra maestra del arte gótico siciliano con elementos característicos de los períodos árabe y normando. Es una construcción que se integra en una parte de las murallas de la ciudad. El palacio es la sede de la Fundación Mazullo, en honor del escultor siciliano Giuseppe Mazzullo (1913-1988), cuyas obras se exponen en el hermoso jardín.
Subiendo una serie de cuestas empinadas, encontramos la Badia Vecchia, (el Museo Arqueológico) una torre normanda con almenas que se reformó en el siglo XIV.
Se hacía tarde y regresamos al teleférico más que satisfechas de tan completa jornada, que comenzó en el portentoso Monte Etna.
Con un espléndido sol, el día siguiente lo dedicamos al mar. Lo primero que hicimos es darnos un baño en la calita de aguas cristalinas de la Bahía de Mazzaró. Algunas tumbonas pertenecientes a los hoteles se habían desplegado en la arena desde primera hora, pero no encontraos a penas gente. Finales de septiembre, es en definitiva una buena elección para visitar Sicilia. Tras el placentero baño, a tan solo un kilómetro, caminamos hasta Isola Bella, otro de los tesoros de Taormina.
Isola Bella es un islote a tan corta distancia de la playa, con la particularidad de que la marea baja abre un pasillo de arena hasta la misma. Una zona de enorme belleza que inspiró a los escritores, poetas y artistas más importantes del siglo XX y que en 1984 fue declarada bien de interés histórico-artístico. Truman Capote, Rita Hayworth, Orson Welles, Greta Garbo, Dalí o Tenessee Williams, entre otros muchos, fueron los que eligieron este enclave para sus descansos.
La isla está ocupada por una espléndida residencia propiedad privada de la aristocracia, rodeada de palmeras y vegetación, con sorprendentes rincones y estancias. Visitarla cuesta 4 euros. En uno de los salones, se expone la historia de la isla, videos de personajes célebres que la frecuentaron y bellas panorámicas. Atravesar el llamativo sendero de arena rodeado de agua cristalina es muy seductor. Un auténtico paraíso en que disfrutar paseando por el mar. Hay que llevar cangrejeras y saber que los accesos a las playas se realizan por escaleras.
En la zona se sitúan restaurantes y en la playa cobran por entrar, aunque con derecho a hamaca. Se hallaba muy concurrido y decidimos volver a Cala Mazzaró, a un recomendado restaurante, llamado la Trattoria el Barcaiolo, pero nos fue imposible encontrar mesa. Dentro de la misma cala, acabamos en otro restaurante, Il Delfino que nos acomodó en la amplia terraza con vistas al mar.
Saboreamos un rico pescado a la marinera con mejillones, salsa de tomate aceitunas y alcaparras y como era de esperar, delicioso, puesto que en Sicilia es difícil comer mal. En esta zona la cocina local ofrece platos a base de pescado: ensalada de mariscos (pulpo y camarones), atún y salmón ahumado, bruschetta, ostras, calamares, sardinas, risotto con pez espada…. Se acompañan con famosos vinos sicilianos, incluido el “vino del Etna” que pertenecen a una larga tradición, provenientes viñedos centenarios de suelos volcánicos ricos en minerales. El viento y los importantes cambios de temperatura dan lugar a las variedades autóctonas de uva blanca y negra de calidad.
Tras la suculenta y gustosa comida en la playa, subimos al casco histórico a visitar uno de los monumentos más solicitados de Taormina, el Teatro Antiguo (mirar horarios).
El Teatro Antico es un antiguo teatro griego reconstruido en la época de dominación romana. Todavía se conservan en pie algunas de las columnas corintias que se alzaban en el muro situado detrás del escenario, un lugar privilegiado sobre el litoral en el que actualmente se celebran conciertos y eventos en los meses de verano. Una visita ineludible, en parte por el entorno natural y el telón de fondo que además lo engrandece. La panorámica de la bahía de Naxos, el Etna, acantilados, calas y playas que lo rodean, hacen del Teatro de Taormina una de las postales más demandadas de Sicilia.
En el trayecto hacia el teatro encontrareis el Grand Hotel Timeo, en el que si tenéis la oportunidad de tomar un café en su elegante terraza, podréis contemplar unas vistas sin igual. No sabemos el coste del café, puesto que una vez sentadas nadie vino a tomar la comanda, por lo que tras realizar varias fotografías y descansar un poco nos fuimos por donde vinimos.
Cerca están las ruinas de las Naumachie. Restos escondidos de la época romana (s.II) que consisten en un gran muro de ladrillos con contrafuertes que permitía almacenar en una cisterna las aguas para abastecer la ciudad. Esta formación es la base de algunas viviendas.
Hicimos una pausa en la célebre cafetería Bam Bar para probar su granita siciliana. La granita es una especie de crema semi congelada, de textura más suave que un granizado y menos denso que el helado. Los sicilianos lo acompañan de un brioche que untan en la deliciosa tiene crema. La hay de muchos sabores. Elegimos el de almendras y pistacho cuyo sabor es extraordinario. En algunos hoteles la presentan también en el desayuno.
Taormina es una de las ciudades más distinguidas y turísticas de Sicilia que hay que conocer, ya que además de poseer numerosos atractivos históricos y culturales, alberga hermosas bahías para recrearse.
CEFALÚ, un pueblo de postal
Salimos de Taormina temprano. Nuestro nuevo destino situado en el noreste de Sicilia era el pintoresco pueblo de Cefalú, a 213 Km. La autovía cercana a la costa resultó bastante entretenida. Nos llevó casi tres horas llegar al Hotel Kalura, donde nos alojaríamos las dos noches siguientes. Lo elegimos por la idílica cala que atesora, puesto que se halla sobre un acantilado. La multitud de escaleras para bajar a la pequeña playa están situadas en la verticalidad de un espectacular barranco, ofreciendo extraordinarias vistas sobre el mar, del que surgen escultóricos peñones entre aguas cristalinas. Se encuentra a dos kilómetros y medio del centro de Cefalú.
Cefalú, es un pueblo de tradición marinera con un encantador puerto pesquero. Peatonal, posee una monumental catedral, estrechas calles repletas de detalles, una gran playa y un agradable paseo marítimo, rematando con un enorme promontorio llamado “La Rocca” que, en forma de sombrero, encumbra el paisaje. Es uno de los pueblos más bonitos y visitados de Sicilia.
Fenicios, cartagineses, griegos, romanos, bizantinos y normandos dejaron huella en edificios, cultura y gastronomía. Perderse por las calles de su casco histórico es lo mejor que se puede hacer para descubrir rincones maravillosos, estando muchos de ellos a pie de mar.
La primera parada fue en Plaza de la Catedral en la que nos deleitamos tomando café entre turistas y locales. La magnificencia de la Catedral del Santísimo Salvador engrandece este lugar. Esta construcción árabe-normanda data del s.XII, y fue ordenada por Roger II el normando, que tras sobrevivir a un naufragio llegó a la costa de Cefalú. Dos inmensos torreones cuadrados confieren a la catedral un aire de fortaleza. Para entrar hay que subir 33 escalones que simbolizan la edad de Cristo a su muerte. En su interior, integra uno de los mosaicos bizantinos más impresionantes de Sicilia, con el característico Pantocrátor del Cristo evangelizador. Adosado a la Catedral, un claustro rectangular representa uno de los testimonios escultóricos y artísticos más notables de la época normanda, catalogado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
En los alrededores localizamos otros edificios significativos, como el antiguo Monasterio de Santa Catalina, que es la sede del Ayuntamiento, el Palacio Maria y el Seminario Vescovile.
Al haber estacionados también algunos tuk-tuk, nos subimos finalmente a uno de ellos tras una pequeña negociación. Realizamos la ruta por las calles peatonales y tomando dimensión de la ciudad, haciendo pequeñas paradas explicativas en los puntos principales. A posteriori volveríamos sobre los más señalados.
Vía Vittorio Emanuele y Corso Ruggero, son las dos arterias principales del centro de Cefalú. Están llenas de tiendecitas de artesanía y recuerdos. Las pastelerías nos ofrecen los famosos cannolis locales (dulce típico siciliano en forma de canutillo relleno de todo tipo de cremas y sabores). También los célebres arancini, una especie de croqueta de arroz en forma de cono, generalmente rellena de ragú, queso, jamón y crema de pistacho, que forma parte de la tradicional cocina callejera. Por otro lado, la Pasta Taiano es la típica de Cefalú, cuya receta incluye dos tipos de carne: ternera y cordero para el ragú, añadiendo berenjenas y queso pecorino (curado de oveja), preparándose en una olla de barro.
En Vía Corso Ruggero encontramos un magnífico palacio, residencia del rey Roger II, testimonio de fusión entre la arquitectura gótica y árabe. Actualmente, es sede de la oficina de turismo de Cefalú y de exposiciones de arte contemporáneo.
En la vía Carlo Ortolani di Bordonaro hay instaladas terrazas, bares y restaurantes a ambos lados de la calle. Los están del lado del litoral ofrecen en su interior balcones con vistas al mar. En el lado opuesto, la grandiosa “Roca” se asoma entre los antiguos edificios.
Alcanzamos el “Lavatoio Medival”, una construcción en buen estado de conservación donde antaño las mujeres de Cefalú lavaban la ropa. El agua del manantial continúa brotando y conserva la estructura y piedras de soporte. Es muy accesible y una maravilla histórica que hay que ver.
Al Puerto Viejo de Cefalú (Porto Vecchio) accedemos a través de una de las 4 antiguas puertas medievales de la ciudad, la agraciada Porta Pescara. Varias embarcaciones se hallan atracadas en la pequeña bahía frente a las alineadas casas de pescadores, en la que las olas alcanzan a alguna de ellas. Además dispone de una atractiva playita de arena.
Sobre el muelle se eleva una fortaleza: El Bastion di capo Marchiafava, en la que disfrutamos explorando fotogénicos recodos. Aberturas en el muro permiten acceder al lado opuesto, de rocas y mar.
Desde el final del muelle, el pueblo de Cefalú debajo de “La Roca” y con la luz del atardecer la imagen es de postal. Las casitas color crema comienzan a iluminarse. Os dejamos un pequeño video de este bellísimo cuadro.
Por otra parte, se puede subir a la “La Roca” por la Cuesta de los Sarracenos, que atraviesa las tres antiguas murallas con las que contó Cefalú. Se tarda unos 40 minutos y comentan que hay que estar en forma, ya que tiene cierta inclinación. Una vez arriba, se conserva un antiguo castillo, las ruinas del Templo de Diana del S. IX a.C. e impresionantes panorámicas de Cefalú y la costa. La Roca es un escenario de mitología y relatos.
Disfrutar del paseo marítimo o “il lungomare” en la puesta de sol, es otra de las maravillas de Cefalú. Según nos alejamos siguiendo la larga playa, donde se ubican zonas de chiringuitos, tumbonas y sombrillas, las vistas hacia el pueblo son inmejorables. Este preciado lugar de muros megalíticos y puertas al mar, a pesar del turismo, conserva buena parte de su autenticidad.
Maravillados con estos nuevos tesoros que nos brinda Sicilia, el Etna, Taormina y Cefalú son indudablemente enclaves que no pueden faltar en el itinerario por esta asombrosa isla italiana.
En el próximo artículo os contaremos el final de este periplo, con los dos últimos días en Palermo, la escapada a Monreale, la visita a la Scala dei Turchi y el Valle de los Templos. ¡No os lo perdáis!